Es curioso, pero la pérdida momentánea de mi champú a manos del chorizo arrepentido ha dado paso a una serie de reflexiones. Estúpidas, by the way.
Pues resulta que al vivir solo (en la práctica, aunque no técnicamente) y al perder de vista mi querido limpiador capilar, me he dado cuenta de cosas que cuando vives con más gente no puedes medir de la misma manera o simplemente ni las piensas.
Pues bien, el gran descubrimiento ha sido darme cuenta de la poca cantidad que de ciertos bienes de uso cotidiano se gastan al día. Me refiero evidentemente al champú, pero también al jabón en general, la pasta de dientes, el desodorante, el detergente, el aceite de oliva y las olivas en si, el queso Philadelphia, el yogurt griego que viene en bote de litro, el revelador, el baño de paro y el fijador de positivar (estos son cotidianos de una manera muy personal, pero güeno), el arroz y los macarrones, los ajos (que hace diez mil millones de años que utilizo el mismo y nunca se le acaban los dientes), la pimienta, el orégano y las especies varias, la pistolita de encender los fogones (que es la solución al problema de la crisis energética, es tan infinita que seguro que funciona con ajos). Y para acabar: el chorizo. Desde que vivo solo los chorizos me duran una cantidad guiness de bocadillos.
Pues eso, el champú lo compré cuando me mudé a Can Tierrafolla, de eso ya debe hacer dos meses como mínimo y la botella todavía no ha llegado a la mitad
Pues resulta que al vivir solo (en la práctica, aunque no técnicamente) y al perder de vista mi querido limpiador capilar, me he dado cuenta de cosas que cuando vives con más gente no puedes medir de la misma manera o simplemente ni las piensas.
Pues bien, el gran descubrimiento ha sido darme cuenta de la poca cantidad que de ciertos bienes de uso cotidiano se gastan al día. Me refiero evidentemente al champú, pero también al jabón en general, la pasta de dientes, el desodorante, el detergente, el aceite de oliva y las olivas en si, el queso Philadelphia, el yogurt griego que viene en bote de litro, el revelador, el baño de paro y el fijador de positivar (estos son cotidianos de una manera muy personal, pero güeno), el arroz y los macarrones, los ajos (que hace diez mil millones de años que utilizo el mismo y nunca se le acaban los dientes), la pimienta, el orégano y las especies varias, la pistolita de encender los fogones (que es la solución al problema de la crisis energética, es tan infinita que seguro que funciona con ajos). Y para acabar: el chorizo. Desde que vivo solo los chorizos me duran una cantidad guiness de bocadillos.
Pues eso, el champú lo compré cuando me mudé a Can Tierrafolla, de eso ya debe hacer dos meses como mínimo y la botella todavía no ha llegado a la mitad
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