viernes, abril 24, 2009

The way of the yoya (5 de 5)

Un poco como el jefe supremo del ejército de la cinta roja, acabé interponiendo mis intereses personales por delante de la dominación mundial.
Me ofrecieron hacer una sustitución en el tercer trimestre en un instituto de Horta, lo que supuso un saneamiento considerable de mi economía, pero también supuso que mi tiempo libre se redujera exclusivamente a lo necesario como para comer, cagar y dormir. Es lo que pasa cuando no puedes tener a los niños entretenidos a base de flexiones y te tienes que preparar las clases. Algún día igual explico las aventuras de profe, que de momento resumiremos en que tenía un alumno esquizofrénico bajo medicación, unos cuantos más sin medicación y un jefe de estudios que no acababa de tener claro que se tiene que cagar
dentro de la taza del váter (no, no es ninguna metáfora).
Los tres meses de docencia intensiva impidieron que aquél verano me examinase para cinturón negro, pero lo que no sabía es que aquella sólo sería la primera prórroga. Unos compañeros de la universidad decidieron ir a vivir unos meses a Londres antes de iniciar las respectivas carreras profesionales y yo me apunté.
Dejar de practicar karate me tocaba la pera, pero total Londres tenía que ser cuestión de dos o tres meses y no había para tanto. Y también me sabía mal dejar de ver a los compañeros, sobretodo porque había uno al que no volvería a ver más.
Peluco era sin duda uno de los mejores de nuestro dojo, una de aquellas personas que tiran adelante y si hay algo en el camino que les molesta simplemente lo apartan y siguen recto. Pero por desgracia no pudo apartar el coche que se saltó el stop y se cruzó delante de su moto. Se mató dos semanas antes de que yo me fuera a Londres y en cierta manera por eso fue más fácil de digerir, porque yo ya había dejado de ir al dojo. Supongo que para la gente que aquél día había entrenado con él y que al día siguiente vieron que no venía debió ser más duro.

Ironías de la vida, el entierro se celebró al día siguiente de mi cumpleaños. Cuando me lo dijeron, por un momento pensé en cambiar la cena de cumpleaños de fecha, pero entonces sentí cómo Peluco me decía en la oreja “Pero mira que eres maricona” y cambié de opinión. Él no era de los que se van a dormir pronto y no tenía en demasiada consideración al quién lo hacía, así que decidí celebrar la cena, me fui de fiesta, pasé por casa a ducharme y fui hacia la playa. Aún hacía calor y se estaba a gusto en karategi, hicimos un poco de clase, lloramos y dejamos a Peluco en el fondo del mar. Cada setiembre repetimos el entreno, pero ya no lloramos.
Una vez en Londres empezó el declive físico. Yo me esforcé en mantener una rutina de entreno, siempre que
la meteorología lo permitía, pero el footing y algunas flexiones y abdominales no conseguían sustituir al Yoya’s Gym. Después encima vino la operación de cu… de cóccix, que supuso ocho meses sin poder hacer deporte y consecuentemente un holocausto apocalíptico por lo que respecta a mi forma física. Por suerte me recuperé justo a tiempo para poderme hostiar con Christopher con garantías, pero el episodio de karate a muerte en un callejón de Ipswitch puso de manifiesto que hacía falta ponerle remedio a la protobarriguita. Aquella misma noche, mientras discutíamos remedios caseros para quitar manchas de sangre de la ropa, acordamos con Bakerin que empezaríamos a entrenarnos juntos. Meses después de conocernos habíamos descubierto, por sorpresa mútua, que los dos éramos karatetas. Había llegado la hora de volver al recto camino del guerrero.
Fuimos al corazón de China Town, buscamos la tienda de artes marciales con
el nombre más guai que encontramos y nos procuramos un Strike Shield (“Pao” para los amigos). El primer día entrenamos en casa de Bakerin, pero sus vecinas octogenarias nos dijeron que las personas civilizadas no hacían tanto ruido a la hora del te, así que tuvimos que abortar. El segundo día nos entrenamos en Regent’s Park sin problemas vecinales. El tercer día… Bakerin decidió que ya estaba suficientemente fuerte y que no le hacía falta entrenarse más, lo que era un problema grave si tenemos en cuenta que para entrenarte con un Pao hace falta que alguien te lo aguante. My gos in a pos.
Por suerte la indemnización de Christopher llegó justo a tiempo para adquirir un
saco de boxeo y poder seguir entrenando, y esto hizo que Bakerin se volviera a animar y se apuntase a la fiesta de los sábados. Básicamente nos limitábamos a correr un poco y hacer unas series de saco, pero de tanto en tanto nos mirábamos para repasar técnica básica.
Finalmente la etapa londinense se acabó. Me dio pena clausurar el mini-dojo y vender a Christopher, pero de todas maneras siempre había sido una solución temporal. Era hora de volver a las viejas rutinas, viajar al culo del mundo y volver al Yoya’s Gym.

El Yoya’s
había cambiado, pero por suerte la gente seguía siendo la misma. Lástima que para mí sí que había pasado el tiempo y tuve que sudar la gota gorda para coger el ritmo. Y entonces, un mes después de volver, fue cuando el sensei nos dijo a mí y a Líder que al cabo de una semana nos examinábamos de cinturón negro.
Mi teoría es que Peluco nos echó una mano, pero la cuestión es que conseguimos el cinturón, que es muy útil porque combina con todo y con el karategi blanco queda monísimo tú.

Cuando llegué a casa cené una carretilla de ensalada para celebrarlo.

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The way of the yoya (1 de 5)

The way of the yoya (2 de 5)

The way of the yoya (3 de 5)

The way of the yoya (4 de 5)


miércoles, abril 01, 2009

Marcando paquete

La publicidad es el segundo presupuesto mundial, sólo superado por el militar, lo que se podría discutir si tenemos en cuenta que los militares utilizan una buena cantidad de publicidad.
Primer fue un anuncio “anónimo” sobre un clavo de mala calidad que aguantaba mal una herradura y entonces un caballero se quedaba sin poder ir a la guerra y entonces el reino se iba a la mierda porque el clavo no era ni Nike ni Dolce & Gabbana. Personalmente, soy republicano.
Después fueron la Danone y similares que después de sus anuncios recalcaban que ellos no fabrican sus productos para otras marcas. Como por ejemplo Actimel, aquél derivado láctico con fermentos que no tiene ninguno de los efectos beneficiosos que utilizan para promocionarlo.
Ahora Cuatro y Telecinco airean espots donde dicen que están al lado de las marcas de toda la vida. Sí, las mismas marcas a las que facturan anuncios de toda la vida.
Tocacojones varios… Hacendado ES una marca. Buena, bonita y barata.

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