Esta estrategia va encaminada a hacernos entrar en un bucle consumista que nos obligue a comprar más salchichas y panecillos para intentar llegar a la paridad. Una estrategia muy bien pensada en algún despacho de aquellos donde hacen brainstormings y otras mariconadas, si no fuera porque es más fácil coger Nocilla y hacerte un bollycao casero con el sexto panecillo y ya está. De todas maneras supongo que esto más que una victoria de la inventiva ciudadana es un éxito de la Nocilla, que debía hacer otro pacto aún más secreto con los de los panecillos a espaldas de los de las salchichas. Qué panda de cabrones.
Lo que no es tan conocido es que los fabricantes de maletas y los fabricantes de cosas tienen un pacto parecido. No sé bien bien cómo funciona exactamente, pero el hecho es que las cosas no acaban de encajar nunca dentro de la maleta. En mi inocente juventud intenté paliar el problema a base de coleccionar maletas y bolsas de medidas y formas correlativas, pero esto evidentemente no solucionó nada, porque los fabricantes de cosas siempre van un paso adelante para que la maleta que ya tienes no te sirva. Qué panda de cabrones.
La cuestión es que yo iba a Valencia para tres días, de manera que me hacía falta poca ropa, pero iba para la boda de Bakerin y L (esposa en prácticas, supongo) y además era el fotógrafo, o sea que también tenía que llevar el traje y el equipo. Esto de entrada ya comportaba llevar el traje a parte en una bolsa de esas especiales para que no se arrugue, y para el resto entraba en juego el pacto maleteros/fabricantes-de-cosas.
Si utilizaba una maleta lo suficientemente grande para el trípode de todas maneras no era lo suficientemente ancha para poder meter la bolsa con el equipo fotográfico, y si utilizaba una maleta lo suficientemente ancha para todo entonces con la poca ropa que tenía que llevar no la acababa de llenar y todo corría peligro de acabar mezclado y chafado. Además mi bolsa super guay para llevar trajes, que me había regalado mi tía y que no me había hecho falta nunca antes, se ve que estaba dotada con un dispositivo que la teletransportaba a otra dimensión en caso de que te hiciera falta. De manera que acabé con la ropa en una maleta pequeña, el trípode atado precariamente a la maleta, la bolsa con la cámara colgada a la espalda y con la mano libre aguantando una percha con el traje cubierto por un plástico cutringui del todo a cien.
A base de hacer un tetris in progress con mis cosas conseguí llegar hasta el tren, me puse cómodo y me dormí con la tranquilidad que da saber que una vez en Valencia me vendrían a recoger a la estación y ya no tendría que pasar más penurias. Pero no conté con que estaba viajando con la RENFE.
Me desperté en una estación, pero con la preocupante sensación de que había dormido menos de lo que hace falta para llegar a Valencia, y es que estaba en Castellón, la vía estaba cortada y el resto del trayecto lo teníamos que hacer en autobús. La explicación oficial era que un tren de mercancías había descarrilado… días más tardes me enteré que la realidad era que Efak había pasado por el mismo sitio hacía unas horas (que aquél día las bodas estaban de oferta) y había hecho alguna gamberrada. Volví a montar el puzzle del equipaje y me puse a hacer una hacer cola para el autobús. Evidentemente llovía.
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