Hay días en los que sales a la calle y empiezas a darte cuenta de que las pavas se te quedan mirando. Días que te das cuenta de que las chatis no pueden evitar girar la cabeza cuando se cruzan contigo, días en los que eres consciente de cómo estás de increíblemente bueno, de que tu cuerpo musculado y fibrado hace que las nenas se pasen la sengua por los lavios cuando te dejan atrás, días en los que piensas que aún tienen suerte de que no sea verano y no llevas camiseta corta ni marcas pectorales, porque si no aún se pasarían la lengua por otros sitios. Días en que tu mirada y tu medio sonrisa hacen que las jóvenes y maduras aparten la vista avergonzadas de que las descubras repasándote. Días en que hasta un par de chicos modernos te siguen con la mirada, porque tanta es la amplitud del espectro de tu sex appeal, la magnitud de tu atractivo, que une géneros y todo. Hay días en los que cuando entras al metro y observas tu figura de macho ibérico reflejada en la ventana, te das cuenta de que levas un trozo de cleenex colgando de la punta de la nariz.
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