Vicenc, de Barcelona, si que hizo de soldado pero tampoco estuvo al lado de ningún brigadista. Cuando tenía 18 o 19 años la República le reclutó para luchar en la batalla del Ebro en lo que sería el último intento de parar a los fascistas. Fue la “quinta del biberón” porque no había ninguno que se afeitara. Las cosas ya estaban muy negras para la República y hacía tiempo que las Brigadas Internacionales habían sido evacuadas.
Su instrucción fue algo así como: “Tu corre detrás de otro y cuando lo maten coge su fusil y tira palante”. Y así lo hizieron él y el resto de biberones. La batalla de Ebro fue la última ofensiva republicana, un esfuerzo encaminado a mostrar a las futuras potencias aliadas que la República todavía estaba viva, con la esperanza de recibir ayuda internacional.
No funcionó. Nadie ayudó a la República, nadie dejó de ayudar a los fascistas, el ejercito republicano perdió la batalla y la guerra y a mi abuelo le hicieron prisionero en la retirada.
Se pasó tres o cuatro meses en un campo de prisionos en Asturias pelándose de frío y de hambre hasta que les ofrecieron la alternativa de alistarse en la Legión o continuar de presioneros. No se lo pensó demasiado.
Su carrera legionaria empezó de aquella manera tan peliculera que tanto les gusta a los militares. Les hicieron formar una fila, un teniente desmontó una ametralladora y preguntó a ver quién era capaz de montarla de nuevo. Mi abuelo era mecánico, antes de la guerra trabajaba de tornero en un taller y por las tardes iba a la Escuela Industrial y estudiaba para ser Perito Mecánico ( ahora le dicen Ingeniería Técnica). Dio un paso adelante, montó el arma y el teniente exclamó: ¡Hostia! Entonces tu debes saber leer y escribir.
En principio en la Legión se habían alistado por campaña, o sea hasta el final de la guerra, pero entre el estallido de la 2ª Guerra Mundial y la necesidad de formarlos en el espíritu nacional ( a aquellas alturas un 40% de los soldados de la República encima, eran catalanes) la desmovilización fue lenta y Vicenc se chupo tres años de servico.
Ya no acabó los estudios de mecánica pero por lo menos obtuvo un certificado de ex-legionario que durante la dictadura era muy útil.
Su instrucción fue algo así como: “Tu corre detrás de otro y cuando lo maten coge su fusil y tira palante”. Y así lo hizieron él y el resto de biberones. La batalla de Ebro fue la última ofensiva republicana, un esfuerzo encaminado a mostrar a las futuras potencias aliadas que la República todavía estaba viva, con la esperanza de recibir ayuda internacional.
No funcionó. Nadie ayudó a la República, nadie dejó de ayudar a los fascistas, el ejercito republicano perdió la batalla y la guerra y a mi abuelo le hicieron prisionero en la retirada.
Se pasó tres o cuatro meses en un campo de prisionos en Asturias pelándose de frío y de hambre hasta que les ofrecieron la alternativa de alistarse en la Legión o continuar de presioneros. No se lo pensó demasiado.
Su carrera legionaria empezó de aquella manera tan peliculera que tanto les gusta a los militares. Les hicieron formar una fila, un teniente desmontó una ametralladora y preguntó a ver quién era capaz de montarla de nuevo. Mi abuelo era mecánico, antes de la guerra trabajaba de tornero en un taller y por las tardes iba a la Escuela Industrial y estudiaba para ser Perito Mecánico ( ahora le dicen Ingeniería Técnica). Dio un paso adelante, montó el arma y el teniente exclamó: ¡Hostia! Entonces tu debes saber leer y escribir.
En principio en la Legión se habían alistado por campaña, o sea hasta el final de la guerra, pero entre el estallido de la 2ª Guerra Mundial y la necesidad de formarlos en el espíritu nacional ( a aquellas alturas un 40% de los soldados de la República encima, eran catalanes) la desmovilización fue lenta y Vicenc se chupo tres años de servico.
Ya no acabó los estudios de mecánica pero por lo menos obtuvo un certificado de ex-legionario que durante la dictadura era muy útil.
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