Iba de camino al curro cuando me encontré a Marak que también iba a coger el metro. Me dió palo, la verdad. Me refiero a que supuse que Marak abordaría el vagón gritando y empezaría a matar y violar a todo el mundo y yo, la verdad, tenía uno de aquellos días en que no te apetece masacrar a nadie.
Entramos en el vagón y cuando me estaba preguntando si por lo menos Marak estaría de acuerdo en que nos dividiéramos el botín a partes iguales, un señor se puso a hablar en polaco con él. Bien, pensé, los corsarios no atacan a sus compatriotas, de manera que este buen hombre me ahorrara el trago de tener que explicar al revisor por qué le hemos dejado el vagón lleno de cadáveres (de todas formas que quieren? En el metro de Londres no hay papeleras).
Al cabo de un rato el señor se giró hacia mi y me preguntó si también era polaco. No buen hombre, le contesté, catalán. La cara se le iluminó y me empezó a hablar con un castellano más que aceptable y a demostrarme que conocía mejor que la mayoría de los nativos la historia de mi país. ¿Qué vengo de Barna? Pues entonces hablo tres lenguas y que qué suerte que el fascista del Quico la diñó ya hace tiempo, que antes teníamos el idioma prohibido, que él tenía un montón de amigos españoles y que cuando la diñó todos estaban borrachos celebrándolo, que no podías comprar champán en ningún sitio porque los españoles lo habían comprado todo, que yo por suerte no pero mis padres lo habrían vivido eso y mis abuelos también…
Bien, mis abuelos hicieron la guerra y todo, le dije. La cara se le iluminó todavía más. ¿En el bando republicano? Me preguntó. Si, claro. Y entonces, con una sonrisa de oreja a oreja: Mi padre también luchó, ¡en las Brigadas Internacionales!
Nos dimos la mano, los dos sonriendo como si acabásemos de descubrir que éramos primos lejanos y de repente me puse a darle las gracias. Comencé a hacer cálculos mentales sobre la posibilidad de conocer a su padre pero, teniendo en cuenta la edad del hijo, me salió que no. De todas formas su padre no luchó al lado de ninguno de mis abuelos, pero eso es otra historia.
El tren paró y por la manera en que él miró el nombre de la estación quedó claro que era la suya. Una lástima, hubiera hablado a gusto durante más rato, era un hombre original empezando por el hecho de que es el primer inglés que conozco, posiblemente el único, que habla idiomas.
Entramos en el vagón y cuando me estaba preguntando si por lo menos Marak estaría de acuerdo en que nos dividiéramos el botín a partes iguales, un señor se puso a hablar en polaco con él. Bien, pensé, los corsarios no atacan a sus compatriotas, de manera que este buen hombre me ahorrara el trago de tener que explicar al revisor por qué le hemos dejado el vagón lleno de cadáveres (de todas formas que quieren? En el metro de Londres no hay papeleras).
Al cabo de un rato el señor se giró hacia mi y me preguntó si también era polaco. No buen hombre, le contesté, catalán. La cara se le iluminó y me empezó a hablar con un castellano más que aceptable y a demostrarme que conocía mejor que la mayoría de los nativos la historia de mi país. ¿Qué vengo de Barna? Pues entonces hablo tres lenguas y que qué suerte que el fascista del Quico la diñó ya hace tiempo, que antes teníamos el idioma prohibido, que él tenía un montón de amigos españoles y que cuando la diñó todos estaban borrachos celebrándolo, que no podías comprar champán en ningún sitio porque los españoles lo habían comprado todo, que yo por suerte no pero mis padres lo habrían vivido eso y mis abuelos también…
Bien, mis abuelos hicieron la guerra y todo, le dije. La cara se le iluminó todavía más. ¿En el bando republicano? Me preguntó. Si, claro. Y entonces, con una sonrisa de oreja a oreja: Mi padre también luchó, ¡en las Brigadas Internacionales!
Nos dimos la mano, los dos sonriendo como si acabásemos de descubrir que éramos primos lejanos y de repente me puse a darle las gracias. Comencé a hacer cálculos mentales sobre la posibilidad de conocer a su padre pero, teniendo en cuenta la edad del hijo, me salió que no. De todas formas su padre no luchó al lado de ninguno de mis abuelos, pero eso es otra historia.
El tren paró y por la manera en que él miró el nombre de la estación quedó claro que era la suya. Una lástima, hubiera hablado a gusto durante más rato, era un hombre original empezando por el hecho de que es el primer inglés que conozco, posiblemente el único, que habla idiomas.
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